martes, agosto 26, 2008

Crónicas Chuchetas XLIV: Como si fuera otra persona, fin.

Si en diciembre Juan Antonio en Horcón me dijo que nos casáramos… déjeme acordarme… En julio Francisco se pidió unos días y nos fuimos a la nieve… Claro, fue en el hotel que me encontré con una vieja del curso de bonsái. Estábamos cenando con Francisco, tranquilos, cuando esta señora se me acerca y me saluda. Nos presentó al viejo de su marido y se sentaron con nosotros, previa invitación del educado de mi marido. La cosa es que mientras los hombres hablaban de trabajo, ella me contó de Juan Antonio. Habían pasado más de seis meses desde la última vez que lo había visto, y sentí un dolor en el estómago cuando lo nombró. Y la vieja ridícula dale con hablarme de él: que es tan tierno, tan regio, tan inteligente, tan educado, tan sabio. Me tomé como tres vodka tónica en veinte minutos. Después sacó de su cartera una cámara fotográfica porque quería que yo viera las fotos de un paseo del curso de bonsái. Y es por eso que vengo. Es que Juan Antonio no tiene corazón. Me acuerdo y me da rabia. ¿Sabe adónde fue el paseo? En Horcón, en las mismas cabañas donde estuvimos, donde el muy estúpido me pidió matrimonio. Si eso no me da rabia, escúcheme y no me mire así. ¡Andaba con la china fea! Le juro que cuando vi la foto casi me muero. ¿Y ella quién es? Le pregunté a la vieja haciéndome la tonta. Su novia, me dijo, que niña más dije, me contestó.

Tuve que pedir otro vodka tónica. Miré las fotos varias veces. Es que no lo podía creer. En el mismo lugar donde fuimos tan felices, Juan Antonio estaba con la china horrorosa. ¿No le daba nada posar en el mismo lugar donde estuvimos tan enamorados en diciembre apenas? Le juro que no puedo creer que Juan Antonio sea así. Como si fuera otra persona, una persona sin sentimientos que no le interesa en lo más mínimo los demás.

Dígame doctor, ¿No encuentra usted que me salvé de casarme con Juan Antonio, si cambió tanto en tan poco tiempo?

miércoles, agosto 20, 2008

Crónicas Chuchetas XLIII: Como si fuera otra persona, segunda parte.

Lo que más me duele doctor es que no me dejó explicarle nada. Se puso de pie y me dijo que era un estúpido al creer que yo había cambiado, que seguía siendo una mujer vacía que lo único que hago es pensar en mí y en la plata. Cuando yo trataba de acercarme a su lado, me empujaba gritándome que me fuera. Peor fue cuando le dije que no me pensaba ir hasta que me escuchara: me agarró del brazo y me abrió la puerta. “Ándate” y me dio un portazo. Jamás lo había visto así.

Imagínese como quedé. Me fui eso sí, porque mucho lo puedo amar pero dignidad tengo, ni loca me quedaba sentada en la puerta llorándole. Si mal que mal igual tiene razón, sólo en el sentido que me gusta la buena vida. Igual no entiendo para qué hace tanta alharaca, si él me conoció tal cual como soy ahora. ¿Se acuerda como lo conocí? No importa, otro día le cuento. Ahora vengo por otra cosa.

En todo caso aproveché que andaba de valiente por la vida y le dije esa misma noche a Francisco que no quería tener hijos. O por lo menos no todavía. Y como es tan bueno, me dijo que iba a esperar que me dieran ganas de ser madre.

En enero nos fuimos de vacaciones ¿Sabe doctor? Fueron las vacaciones más tristes de toda mi vida. Parece que me dio depre o algo así, porque no me levantaba hasta bien tarde, y me iba a la terraza al atardecer, tomando vodka tónica. La casa pasaba llena de gente, entre la familia de Francisco y amigos y los primos y los niños, que asados, brindis, jugando cartas. Estuve tentada varias veces de llamar a Juan Antonio para irme con él, pero sé que él es muy orgulloso; jamás me aceptaría de vuelta. Pero miraba la casa hermosa en que estaba pasando las vacaciones, mi jeep, el departamento donde vivimos, y no había caso, sabía que el amor se acabaría tarde o temprano. Igual Francisco se preocupó porque según él tomaba mucho, que no me levantaba, que tenía la mirada extraña. Le dije que estaba de vacaciones y que la idea es hacer lo que uno quiere, que no me molestara. ¿Y sabe cómo se me mejoró el ánimo? Un día vinieron unos amigos del trabajo de Francisco, unos gringos viejos harto lateros. Mientras yo me tomaba mi vodka tónica en silencio (me ponía a mirar el mar y me acordaba de los días que pasamos con Juan Antonio en Horcón) se me acercó una mujer bien regia pero vestida con pésimo gusto, harto leopardo y oro y el pelo platinado (contaban las malas lenguas que había sido la nana del gringo antes de casarse con él) y me dijo: ¿Penas de amor? Por supuesto no la tomé en cuenta y continúo: mira, tu marido vale harta plata. Harta. El amor va y viene, la plata no. Le sonreí y le dije que estaba equivocada, que sólo estaba mirando el mar. Pero me hizo pensar. Es que la rota tiene razón: mi marido vale harta plata. Al otro día volví a ser la mujer que a Francisco le gustaba: íbamos a la playa, almorzaba con los amigos de siempre (lateros como siempre), caminábamos de la mano en las tardes, aunque por dentro estaba muy triste y extrañaba mucho a Juan Antonio.

(Esta es la "continuación", porque igual se pueden leer por separado, de este otro cuento).

sábado, agosto 16, 2008

Crónicas Chuchetas XLII: Cómo si fuera otra persona.

No me mire con esa cara, doctor, si sé que la última vez le dije que me buscaría otro siquiatra que me diera respuestas y no miradas. Pero usted me conoce, por eso yo estaba segura que si le pedía hora a la Lore (harto loca su secretaria, no sé si se lo comenté alguna vez) no me pondría problemas.

Es que me enojé mucho porque usted no fue capaz de ayudarme. Si sé que yo sola debo hacerlo y que usted sólo me acompaña de lejos en el camino, pero no supe que hacer y finalmente, acá me tiene, lejos de Juan Antonio y todavía casada con el fome y tontorrón de Francisco.

¿Puedo encender un cigarro? La verdad es que estoy muy enojada, doctor. El día que vine, hace como ocho meses me parece, tomé mi jeep y manejé por la costanera hasta que se acabó, pensando. Juan Antonio puede ser el amor de mi vida, pero (va a sonar feo) no tiene la plata que tiene Francisco, y yo no trabajo ni loca. Imagíneme a mi, casada con Juan Antonio, llegando todos los días a su departamento medio chino (porque al mío no me voy ni loca, con lo que me pagan de arriendo vivo feliz), después de un día de trabajo, sin poder hacer lo que me gusta, ver tele, vitrinear, leer las revistas esas internacionales, hablar por celular… estoy segura que el amor se acabaría. Juan Antonio se creerá medio monje de esa religión rara, pero yo soy una mujer que siempre fue mimada y me gusta serlo.

El día que le dije todo esto a Juan Antonio tuve que inventarle una mentira gigante a Francisco. Le inventé que andaba viendo casas porque, a pesar que vivimos en un departamento espectacular, sería bonito tener plantas y un perro. Y también hijos, me respondió él. Me quedé en silencio (me acordé que el que calla otorga) y me fui directo al departamento de Juan Antonio.

Lo que me dio más lata fue que me recibió con un tremendo abrazo y un colgante bastante bonito, no caro pero representativo de su religión, lo que supongo vale más que el solitario que Francisco me regaló la navidad pasada. Tenía hasta una botella de champaña helándose porque él juraba que yo venía de hablar con Francisco, porque le comenté que nos juntáramos después de una conversación larga que necesitaba. Jamás se le ocurrió pensar que yo venía para acá.

Me tomé dos copas de champaña al seco para poder tener valor de decirle. Y obvio, él se dio cuenta que algo no andaba. Incluso me preguntó si estaba embarazada. Cerré los ojos y me puse a llorar. Despacito eso sí, no crea que soy como esas mujeres buenas para el escándalo. Y mientras Juan Antonio me abrazaba, abrí los ojos y miré su casa, sus vasos, sus sillones, esos cilindros para la suerte, todo su alrededor. Y le dije: no me puedo casar contigo.

(Continuará).